«Cada vez que lo huelo, cada vez que lo oigo… simplemente vuelvo allí.»

27 de febrero, nieva. Entrada la semana 38 los últimos días han removido todo, expectación, nervios, intentar tener las cosas bajo control ante algo que es incontrolable. Mis matronas me tranquilizan, aún pueden faltar un par de semanas, el preparto en los segundos embarazos es más largo… Algo en mí ya sabe que no, esta vez tampoco.

Hemos adelantado la última visita una semana antes, Mattin quiso estar con nosotros en la semana 38 y las señales nos dicen que así está mejor, si nos vemos, mejor.

Eva, María, Bakartxo, tenerles en casa es un rato de tranquilidad, una conversación agradable, relajada, todos estamos contentos, a gusto, nunca tengo la sensación de estar en “una consulta, una visita médica”. Estamos preparados para lo que venga, para cuando venga, por eso vamos hablando de otras cosas.

Un abrazo de despedida, una siesta, y vuelven a tener noticias de mí. Son las 6 de la tarde y al despertar algo ha cambiado. El tapón me avisa, señales de comienzo. Un breve aviso a Magale, estamos bien pero creo que nos veremos pronto. Una hora y llega la primera contracción. Hola conocida, aquí nos encontramos de nuevo.

Llevamos a Mattin y Sirius con mis aitas, por pasar tranquilos la noche. Si esto avanza, mejor no tener interrupciones. Aquí estamos maitia, nuestra última cita antes de ser 5 en casa, disfrutémosla.

Comienza la noche y las contracciones van viniendo suaves, agradables incluso, recordando que como vienen, de nuevo se van. Las 12. Nos vamos a la cama, Bakartxo y María (después supimos que ya en el coche paraste y te diste la vuelta intuyendo que Aimar venía), también. Pasa una hora, Mikel duerme pero yo no lo consigo del todo. Medio dormida, voy contando. Ha pasado una hora. Contracciones más seguidas, ha evolucionado la intensidad. Mikel llama y en lo que me parece un momento están aquí. Otra vez, qué bien huelen, creo que es la colonia de Bakartxo. (Cuando volvamos a encontrarnos semanas más tarde ese olor me va a traer a hoy de nuevo).

Con mucha tranquilidad y cariño nos saludamos y empieza su coreografía sigilosa. Se mueven pero no suenan, están, pero solo las presiento mientras Mikel y yo descansamos en el sofá, mientras preparan mi guarida. Ahora, entre mantas de pelo soy como una reina vikinga, rodeada de fuego y calor, luz tenue y la banda sonora de este día que Oihane, con tanto cariño me has cedido, ahora es mía para siempre.

El cambio ha frenado un poco las contracciones, qué sutileza la de este mecanismo de mi cuerpo. Pero me concentro en la música, las mujeres me animan (There she is again-Leah Free). De nuevo en mi cuarto, el cuerpo me pide dormir, cama, goxotasuna, y yo intentando subir las escaleras como la vez anterior. No, esta vez no será así, hoy soy una osa hibernando en su cueva.

Pasan las horas, no sé cuántas, las contracciones aumentan, pero me encuentro bien, las recibo bien. Cuando una llega, solo tengo que relajar mis manos y todo mi cuerpo responde igual. Y como viene… se va (Delta Aura– Sunniai).

Llega un momento de cambio, no puedo estar más tumbada. Bailo, no soy consciente de ello, pero me balanceo sin parar. Junto a Mikel, mientras ando, apoyada en la pared, con la pelota, mis caderas en un movimiento infinito dejando espacio para Aimar.

Ahora todo huele a lavanda, a hierbas, a madera, me rodean los aceites, la luz de las velas, nos fundimos en abrazos, todo avanza y a la vez el tiempo se ha detenido, todo está en calma. Nuestra habitación es un espacio con atmósfera propia, densa, cálida, de esa que te abraza y pesa. Nadie más en todo el mundo puede sentir como yo siento ahora, qué afortunada. Otro cambio, no aguanto más la ropa, empiezo a caminar, vuelvo al baño, esa antigua cueva en la que por primera vez fui ama. Pero esta vez nos espera otro espacio, todo está listo y me adentro en la piscina, esa agua caliente me rodea y solo siento paz (Mother of the water-Alexandra Rose). Pausa, movimiento, comodidad… ahora por fin entiendo eso que dicen y es que de repente mi cuerpo ya tenso por el paso de las horas se relaja, fluye. Puedo dejar que las contracciones me invadan y hagan ese último esfuerzo antes de lo que está por llegar. Soy ingrávida, sirena, bella, a mi lado las manos que necesito cada vez que me puede la intensidad, unos ojos que me observan pacientes, sin que me dé cuenta, con todo el orgullo y el amor con el que se puede mirar. Intuyo que va a ir amaneciendo pero necesito oscuridad. Bajamos las persianas, que la noche se alargue…

Llegan las ganas de empujar, pero algo no avanza, no consigo entender qué pasa, todo mi esfuerzo se pierde. Aimar empieza a hacer una taquicardia, salgo de la piscina para comprobar que todo esté bien. Correcto, seguimos, es por el agua caliente. Ahora de nuevo en mi cama trato de volver a empujar. Mi mente sabe lo que tiene que hacer pero el cuerpo no responde con las sensaciones que yo ya conozco.

Bakartxo me va sugiriendo cambios, posturas en las que percibo las sensaciones que tienen que llegar. Me curvo, me contorsiono, un origami con el que cada pliegue todo va encajando, metamorfoseando. Pero todo se está volviendo muy intenso, y necesito parar un momento para procesar lo que ya no tiene vuelta atrás. Mi mente se pierde, vienen pensamientos negativos, me desconcentro, pero Bakartxo coge mi pie con fuerza, ahora es mi apoyo y con eso me vuelvo a centrar. El dolor es muy intenso, me evado, no me encuentro cómoda, me agoto, ¿y si tenemos que ir al hospital? Pero ya no puedo, todo sigue adelante, aunque yo no tengo noción del tiempo. Mis ojos se encuentran con los de Mikel y me trae a la realidad. No veo su cara, solo sus pupilas, ese punto es todo mi universo, mi centro, desde aquí puedo abandonarme y con un grito inhumano comienza a salir la cabecita de Aimar. Tumbada, de lado, sudando, me muero. María me dice en la siguiente contracción no empujes más. Ahora sí estoy donde estuve, aro de fuego, nos volvemos a encontrar. Ahora sí puedo, una última descarga y temblando por el esfuerzo alargo hasta el infinito pensando en poder mirarte a los ojos y por fin encontrarnos al otro lado. Me detengo, respiro, te abrazo y te huelo. Y entre lágrimas solo puedo decir: Ama (O, I Love You– Essie Jain).