Este último mes ha sido intenso, y es que en 24 horas nos tocó acompañar el nacimiento de tres bebés.
Uno llegó en la semana 37, otro en la 40 y otro más allá de la 42.
Tres partos en menos de un día, y sin embargo, tres procesos completamente distintos.
Esa diferencia , la singularidad de cada gestación, nos recuerda por qué es tan importante saber sostener a cada familia en su propio tiempo.
Porque la biología no entiende de límites impuestos, y cada cuerpo, cada vínculo y cada historia, tienen su propio ritmo de maduración y de entrega.
Aprender a acompañar sin miedo.
Hace años, probablemente no habríamos podido acompañar así.
No porque desconfiáramos de la fisiología o de la capacidad del cuerpo, sino por miedo a las consecuencias del sistema: protocolos rígidos, miradas de juicio, amenazas veladas a nuestra práctica. Hoy podemos hacerlo con serenidad porque hemos aprendido, nos hemos rodeado de apoyo y de buen asesoramiento jurídico.
Ese respaldo nos ha permitido trabajar acorde a nuestra forma de entender la vida, los partos y la libertad de las mujeres.
La fecha probable de parto: un invento con historia
Pocas veces nos detenemos a pensar de dónde viene esa “fecha probable de parto” que tanto peso tiene sobre nuestras decisiones.
Fue propuesta por Franz Naegele, un médico alemán de finales del siglo XVIII.
Y no nació del interés por comprender la fisiología del nacimiento, sino de la necesidad de establecer un marco legal que determinara la paternidad de los hijos concebidos dentro o fuera del matrimonio.
Es decir, una herramienta social de control, no un criterio médico ni científico.
Sin embargo, de esa fórmula pensada hace más de dos siglos derivan aún hoy los límites que marcan qué partos se consideran “a término” y cuáles “prolongados”.
‘In Your Own Time: how western medicine controls the start of labour and why this needs to stop’ de Sara Wickham.
Durante décadas, los protocolos hospitalarios han fijado el límite de la “gestación normal” en la semana 41 o 42, como si todas las mujeres siguieran un mismo reloj biológico. Sin embargo, estudios recientes muestran que la duración media del embarazo varía naturalmente entre 37 y 43 semanas, y que influyen factores como la genética, la paridad, el origen étnico o incluso la forma en que se calcula la edad gestacional (que suele sobrestimar la duración real). El cuerpo no responde a una fecha del calendario, sino a una compleja orquesta hormonal y emocional que anuncia cuándo ha llegado el momento.
Lo que dicen los datos
La realidad es que, en embarazos de bajo riesgo, la mortalidad perinatal apenas varía entre una semana y otra:
Semana 41 → 0,80 muertes por cada 1.000 nacimientos
Semana 42 → 0,88 por cada 1.000
Según los cálculos, harían falta 544 inducciones para prevenir una sola muerte neonatal.
Y las inducciones no están exentas de riesgos: asfixia neonatal, hemorragia posparto, más cesáreas, partos más medicalizados y experiencias más duras para las mujeres.
Entre el miedo y la confianza
Muchas veces, las familias no llegan a plantearse esperar.
El miedo se instala rápido , «¿y si le pasa algo al bebé?”, y cuando se juega la carta del pánico, es muy difícil sostener la calma.
Pero el acompañamiento respetuoso empieza precisamente ahí: en no decidir desde el miedo, sino desde la información, la confianza y el respeto a los propios tiempos.
No hay una decisión correcta y otra incorrecta.
Cada familia debe elegir aquello que le dé más tranquilidad, con acceso a información honesta, evidencia actualizada y acompañamiento libre de juicios.
Acompañar sin imponer plazos no es una cuestión romántica ni de “partos naturales”, sino de buena práctica clínica. Requiere formación, confianza y equipos que sepan interpretar los matices de cada caso. Para nosotras el reto no está en controlar el tiempo, sino en sostener la incertidumbre con calma y conocimiento, devolviendo a las mujeres la confianza que el sistema les ha arrebatado.
Si es un tema que os inquieta, os recomendamos la lectura del libro.
Gracias por leernos y acompañarnos en nuestro viaje.
Un abrazo de las matronas de Magale.