Es sábado (38+6) y antes de ir al monte, junto con los mensajes de bienvenida que hemos preparado para Erlantz, hemos impreso un par de fotos que sacamos hace tres semanas. Ando en el monte y me siento fenomenal, todavía faltan ocho días para llegar a la semana 40 y estoy con mucha energía, aunque el calor que estamos teniendo en las últimas semanas me ahoga.
Siendo el primer embarazo, he leído libros sobre el parto, he hecho varios cursos, he practicado deporte y yoga y he cuidado la alimentación. Sin embargo, además del cuerpo, también he sentido la necesidad de trabajar el aspecto psicológico, sobre todo, de cara al parto que quería tener en casa. Una frase que me dijeron a la hora de llamar a Magale por primera vez y mencionar que era débil ante el dolor ha sido compañera de viaje todo este tiempo: «Tu cuerpo no te va a dar ningún dolor que no puedas soportar». Esta frase me enseñó que no sólo el cuerpo, sino que mi mente no me va a dar ningún sufrimiento que no pueda soportar y por eso me propuse un trabajo personal; la diferencia entre el dolor y el sufrimiento, hacer hueco y aceptar mis pensamientos sobre el dolor, y sobre todo, relacionar el parto con un valor muy significativo para mí; ser una madre consciente. El dolor sentido durante el parto cobró sentido, pues era el camino que había que recorrer para tener en nuestros brazos a nuestro hijo Erlantz.
Después de comer estoy mirando los mensajes que tengo escritos y las fotos que acabamos de imprimir y he notado una gota bajando por mi muslo. Hemos avisado a las chicas de Magale y sí, se ha roto un poco la bolsa pero nos recomiendan que hagamos lo que teníamos pensado hacer. Me siento bien y hemos ido a cenar a casa de los padres de Xabi. Al volver, dejamos el coche y hemos dado un paseo, y al volver a casa y meterme a la cama me doy cuenta de que algo se había roto dentro de mí. Ahora sí, la bolsa se ha roto por completo.
No puedo estar en la cama por el calor, y me voy al salón. Empiezo con las contracciones y aunque me duermo entre contracciones, siento la necesidad de ponerme en pie cuando vienen las olas. A las 6:00 de la mañana llamamos a las chicas para que vinieran poco a poco y mientras tanto me voy a la ducha con la esperanza de reducir el dolor. Bakartxo ha llegado cuando estoy tumbada en la bañera y poco después, María.
Parece que con el amanecer las olas se han detenido y nos recomiendan meternos en la cama e intentar dormir utilizando posturas de spinnign babies. No consigo dormir profundamente, ya que la intensidad de las olas se refleja en la espalda y me duele. Las chicas han visto que Erlantz está de posterior y parece que eso es lo que me produce esa desagradable sensación.
Nos levantamos y vamos al salón a ponernos en la pelota, Erlantz está bien en todo momento pero las horas pasan y estoy dando vueltas desde el salón al baño, no sé qué movimiento ni en qué postura ponerme, siento que el parto no avanza. Me duele mucho la espalda y por un momento me pongo a pensar que si no avanzamos, tendremos que ir al hospital.
Así, a las 14:00 las matronas nos proponen hacer un tacto y al hacerlo dicen que estoy de 7cm. Estamos haciendo ejercicios de rebozo y spinning babies y en un momento dado, vomito lo que cené anoche, porque desde entonces apenas he comido nada. A las 17:00 se hace otro tacto y si bien estoy de 8 cm, nos dicen que se mete muy bien la cabeza en la pelvis.
Llevo muchas horas sin descanso y me siento cansada. Bakartxo nos propone hacer terapia neural y nosotros la aceptamos. Por un momento me relajo mucho y noto que «algo se ha movido». A las 18:00 empiezo a empujar y, a las 19:55 del 10 de julio, nace Erlantz y lo tomo por primera vez en mis brazos. «Qué bonito eres» han sido mis primeras palabras, me he enamorado al momento.
Muchas gracias a las chicas de Magale, especialmente a Bakartxo y María, sois muy muy profesionales y nos habéis transmitido una gran seguridad. Habéis hecho realidad la bienvenida más cálida y bonita que podíamos dar a Erlantz.
Muchas gracias Xabi por respetar y aceptar la idea de dar a luz en casa y, sobre todo, por estar ahí cuando te he necesitado. Gracias también por ser un Aita excepcional para mis hijos.
Muchas gracias Erlantz, porque a pesar de haberme partido por la mitad, eres el ser humano más bonito que podíamos crear. Te queremos muchísimo.