“Como dije en su momento, fue un parto sentido, vivido, respetado y maravilloso!!”

Al saber que estaba embarazada de Martina, en lo primero que pensé fue en el parto. Tenía miedo, sí, a que me pasara lo mismo que en el parto de Benjamín, mi hijo de 2 años.


Tenía muy claro lo que no quería después de aquel día que fui engañada por aquella ginecóloga que me hizo creer y confiar en ella diciéndome que en ese hospital privado podría tener un parto natural. Aquel día tan importante en mi vida fue muy pero que muy diferente a lo que me hubiera gustado y a lo que le manifesté y habíamos hablado.

Al llegar al control de la semana 40 resulta que estaba dilatada de centímetro y medio por lo que le pedí volver a casa para seguir el proceso tranquilamente, pero no solo no me dejó, sino que indicó poner oxitocina. Luego al llegar a los 3 cm rompió la bolsa, así comenzó mi parto bastante intervenido… Yo en vez de relajarme empezaba a no soportar las contracciones y focalizar mi cabeza en el dolor y el miedo a lo que vendría después. Al cabo de unas horas acepté el ofrecimiento reiterado por parte de la matrona de ponerme la epidural, soporté a un anestesista a quien le molestaba mi escoliosis y que me manifestó que debía haberme puesto la epidural mucho antes. Luego de esto, completé la dilatación muy rápido, me fui al paritorio, empujé dos veces y en el tercer pujo me encuentro con el codo de la matrona empujando a mi bebé desde fuera. Qué prisas tenían!!! Qué ansiosas estaban!!! Yo me sentía supeditada a sus acciones, no oyeron mi voz desde el comienzo, por tanto asumí que no volverían a oírla, que todo tenía que ser como me lo marcaban o como directamente accionaban.

Así llegó el momento más maravilloso que había vivido hasta el 2013, tener a mi bebé conmigo, aunque conmigo sea un decir, porque envuelto en una toalla me lo pusieron 30 segundos en mi pecho como haciéndome un favor y se lo llevaron a los controles rutinarios.

Los embarazos y partos nos cambian en muchos aspectos, entre muchas cosas hermosas y otras no tanto. A mi me dejó una dolorosa cicatriz infinita que me costó mucho aceptar y que me llevó mucho tiempo suavizar. A los dos meses del parto debieron operarme porque ésta estaba fibrosada, queloide, y ahí el puerperio se me hizo mucho más duro, entro la difícil lactancia y la mencionada operación, el proceso fue bastante difícil.


Así fue que para el nacimiento de Martina desee lo mismo que para el nacimiento de Benjamín, un parto natural, pero esta vez nadie me lo iba a arrebatar, mientras no haya una contraindicación médica para que el proceso de parto fluya naturalmente, nadie tiene derecho a impedirlo.

En aquel momento no sabía bien cómo iba a hacer para poder llevarlo a cabo, pero empecé a investigar, a mirar profesionales y di con la gente indicada, bien formada y respetuosa.

Hoy estamos ya lejos de San Sebastián, mañana a lo mejor estaremos más lejos o habremos regresado a casa, a nuestro Uruguay, pero aunque la distancia sea mucha, Josune y Clara siempre estarán en nuestros corazones, en el de Martina, Benjamín, Gonzalo y sobretodo en el mío por formar parte de un proceso maravilloso de mi vida, ser mamá por segunda vez.

Martina iba creciendo y mis miedos se iban disipando. Ganaba confianza en mí misma, creía que esa cicatriz iba a ceder todo lo que Martina necesitaba para poder salir. Confiaba en ella y confiaba en mí!

Y así fue que un domingo de “luna sanguina” me puse a andar en el caminador de casa con música a todo volumen, cantando a viva voz y sintiendo las contracciones de siempre. Al cabo de un rato se hicieron un poco más frecuentes, pero no estaba segura si estaba de parto o no, por si acaso yo decía que no. Teníamos pensado ir al parque, pero Andreina (mi hermana, que había venido con mi sobrina para acompañarnos estos días tan especiales) ya me empezó a notar distinta y me preguntó si realmente quería venir. 


Sentí la necesidad de estar en casa, en mi refugio
y ponerme cómoda en la pelota, mis expiraciones eran más largas
y la verbalización de la “A” se empezaba a oír.

Benjamín y Sol giraban conmigo la pelota sin saber que estaban ayudando a que naciera Martina. Llegó Gonza, mi marido y al ratito se fueron los niños con mi hermana al parque y al plan que teníamos previsto para este día, aunque yo insistía diciendo que aún no estaba segura de estar de parto.

Estuve un ratito más en el salón y ya nos fuimos a la habitación, las contracciones empezaban a ser más intensas, quería ducharme, el agua me aliviaba bastante, estuve un buen rato de pie en la ducha hasta que quise salir y volver a la pelota. Entre contracción y contracción me sequé el pelo mientras que Gonza controlaba el tiempo para contarles a Josune y Clara como iba el proceso. Con ellas estábamos en contacto desde hacía un rato, cuando empecé a notar algo distinto.


Mi percepción temporal era malísima, creía tener contracciones
de 30 segundos cada 2 minutos pero era justamente al revés.
Con razón tardé tanto en secarme el pelo!

Quería acostarme y recién ahí entré en contacto físico con Gonza. Ahora quería que las chicas estuvieran acompañándonos, y lo quería ya! Las contracciones se estaban haciendo muy intensas, muy dolorosas. Quería pujar, yo sentía que Martina ya estaba ahí. Gonza me calmaba y me decía que había pasado muy poco tiempo, que sería raro que estuviera dilatada al completo.

Llegó Clara, me dio un caluroso beso con abrazo y sentí alivio de que estuviera a mi lado. Efectivamente era como yo pensaba, ya estaba dilatada, unas contracciones más y rompí la bolsa, un líquido calentito bañó mis piernas y ya estábamos cerquita de conocer a Martina.

Llegó Josune y me dió su caluroso beso con abrazo, qué lindo, ya estábamos todos! El calor de las chicas me gustaba, Josune encendió velas y saber que estaban ahí me daba tranquilidad.

Estuve pujando un buen rato, que fueron unas dos horas, sentí cansancio pero no quería acostarme, cambié de posición y ahí estuve cómoda. Gonzalo no podía soltarme ni para tomar agua, desde que le tomé las manos quería estar en contacto con él continuamente.

En un pujo sentí algo distinto, estaba cada vez más cerca, Josune se acercó y con una caricia me dijo unas palabras al oído, “ya faltaba poco”.


De repente en un pujo escucho que me dice despacio, “respira!”. Se acerca Josune, porque al parecer si bien la escuché, no le estaba haciendo mucho caso y me lo repitió mirándome a los ojos. Dejo de empujar, respiro rápido, no largo como antes, abro la boca al máximo y siento cómo va saliendo la cabecita de mi bebe. Al siguiente pujo sale el cuerpo rápido y con un ruido peculiar.

La escucho llorar!! me giro y Clara me acerca a Martina, me acuesto con ella en mi pecho, calentita, húmeda y la felicidad era inmensa, los dos contemplábamos a nuestra bebé.

El cordón latió 15 minutos y Gonza lo cortó. Martina buscó el pecho, iniciamos la lactancia y al cabo de una hora expulse la placenta.

Estuvimos piel con piel durante hora y media hasta que llegó el momento de poner unos puntos en aquella cicatriz que no estuvo en mi conciencia durante este día y a la cual hoy recuerdo sin dolor.


Como dije en su momento, fue un parto sentido, vivido, respetado y maravilloso!!! Una experiencia que recuerdo llena de amor, de contacto, de tranquilidad y de naturalidad, fue un parto completamente sanador.

Quiero agradecer a Maite por ayudarme a poner los pies en el suelo y a darme cuenta “que hay otras flores en el campo”. A Cristina por atenderme con un trato sin igual, por ser una ginecóloga cuasi de otro planeta y junto con Ramón por las enseñanzas y el apoyo que nos dieron en la preparación al parto. A Amaia por ayudarme a suavizar la cicatriz físicamente. A Andre, mi hermana adorada, por estar ahí cuando la necesitaba.


A ustedes dos, Clara y Josune por ser como son, unas genias!! Por ese cariño, esa serenidad, ese don de saber acompañar con calma, respeto, mimos, susurros, en contacto y a distancia, como si estuviéramos las tres conectadas telepáticamente, y esa profesionalidad con la que trabajan, gracias queridas nuestras!!!

Y sobretodo a Gonza, de quién no pude despegarme ni un segundo, le dejé las manos estrujadas de apretar con fuerza en cada contracción y en cada pujo porque necesitaba ese contacto continuo para que la contracción sea menos dolorosa. Por tu paciencia, compañerismo y positivismo.

El parto es un rato, la crianza toda la vida, y qué importante es comenzarla desde el respeto, la confianza, el acompañamiento sentido, el amor en todas sus expresiones! Hoy en día le acaricio la cabecita a Martina y se me afloja el cuerpo, se me van mis tensiones.

Gracias por haber participado en este momento tan importante en la vida de Martina, su origen, y por propiciar el ambiente para que la relación y vínculo que estableció conmigo y con su familia haya sido lo más sana y feliz que le pudimos brindar. Sin duda que no hay tarea más importante en la vida de quienes somos padres, la crianza de nuestros hijos, que comienza con el parto!