“Es una sensación tan intensa que, por un momento, siento una especie de vértigo y creo que me voy a marear.”

Son las 4 de la mañana. Martxel se despierta y me llama.

– Ama, titia— me dice con los ojos sin abrir.

Le doy el pecho mientras me recuesto a su lado y en cuestión de minutos, mientras él se vuelve a dormir yo noto una sensación extraña. Juraría que ha sido una contracción. Bueno, ha sido muy leve— digo para mi misma.

Estoy tan cansada que no le doy importancia y me vuelvo a dormir.

A las 7:30 me despierto con una sensación extraña. Noto una presión enorme en la tripa. Me cuesta levantarme. Intento no hacer mucho ruido y me voy al salón. La verdad, me siento rara. Pero no creo estar de parto (no creo o no quiero). Es curioso lo mucho que cambia un embarazo de otro. Con el primero estaba deseando que llegase el momento y, en cambio ahora, no sé si estoy preparada para pasar por lo mismo. Aunque a mi me basta con que no se repita la experiencia del primero. Todos mis miedos me empiezan a invadir — ¿aguantaré?, ¿seré capaz?, ¿y si no lo consigo?— calma, calma. Acuérdate de lo que te dijo Bakartxo.

Respiro, y empiezo a moverme. El cuerpo me pide movimiento, dejarme llevar y no pensar. Mejor. Mucho mejor ( sin pensar). Ivan se levanta al rato. Le digo que es posible que esté de parto pero que mis contracciones son muy leves, que mejor esperamos. Él, tan previsor como siempre me sugiere que sería mejor avisar a las chicas de Magale.

Les manda un mensaje y al rato, nos comentan que en un ratito se acercan.

A mi no me parece necesario más que nada por qué sigo pensando que mis contracciones son demasiado leves para estar de parto. Yo sigo a lo mío, moviéndome mucho que así no le doy vueltas a la cabeza y, de repente, noto un pinchazo en la zona lumbar que me quedo congelada. De hecho, tardo en reaccionar varios segundos. En ese momento, me doy cuenta. Estoy de parto.

– Ostia que es verdad. Que Lea ya viene.

Me meto en la habitación y cierro todo. Necesito concentrarme y asimilar la situación. Me entran ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Cierro los ojos, respiro.

– Ostia, otra y cada vez más seguida.

Me muevo y me retuerzo con el fin de poder aliviar la intensidad.

– Ufff, mucho mejor. Bendito movimiento libre. Si ya lo decía Pikler, cuando hay movimiento libre, todo fluye.

Ivan me avisa de que Clara y Laura están de camino. Mientras tanto, entre contracción y contracción Martxel entra y me trae chocolate y, claro, en cuestión de 2 minutos me parece que ha crecido de repente. Quiero llorar y reírme al mismo tiempo (de nuevo). Qué locura tan bonita esto de la maternidad.

Llegan Clara y Laura. Clara me pide permiso para entrar a la habitación y al entrar, me da un abrazo que, no sé muy bien por qué pero hace que mi tensión se reduzca. Mis hombros caen, mis ojos se cierran y por primera vez, mi mente frena.

Son las 11:30 de la mañana (creo). Ivan se lleva a Martxel a dar un paseo mientras yo sigo en mi habitación, a oscuras pero estoy tranquila. Clara se sienta en el suelo, a mi lado pero me da espacio. De hecho, en varios momentos me olvido de que esta en la habitación.

Laura, aparece con una infusión de canela y me la ofrece. Yo alucino, claro. No me cabe todavía en la cabeza que pueda beber y comer.

Las contracciones empiezan a ser ya mucho más intensas pero, aún así me resultan muy muy soportables.

– Madre mía, lo que nos queda.

Me empiezo a agobiar. Me entra miedo de no ser capaz de aguantar. Después de un rato surfeando varias contracciones que, por cierto, cada vez son más seguidas, le cojo la mano a Clara y le digo:

– Dime la verdad, ¿esto va para largo, no?

– ¿Por qué piensas eso?

– Porque todavía es muy soportable le respondo.

Una vez más, mi primera experiencia estaba contaminando y nublándome. Aún recuerdo el dolor de las contracciones después de que me administraran la oxitocina. Como si el cuerpo se partiese en dos. Y recuerdo la impotencia, las ganas de llorar.

Clara me tranquiliza. Me da la mano. Me siento segura. Intento relajarme. Me recuesto de lado en la cama. Mientras tanto, suena mi lista de reproducción.

– Joder, me estoy durmiendo. —Ana tía, ¡¡¡¡qué estas de parto!!!! ¿Como c**** te duermes ahora?

Laura y Clara escuchan el latido de Lea.

– Todo genial. La peque esta estupenda. —me dice Laura.

Me quedo más tranquila y ahora sí, creo que es la primera vez en todo mi embarazo que, estoy tranquila.

A las 12:30 noto una presión muy muy fuerte. Lea ya está en camino. No va a esperar más. Ella está preparada. Me toca a mi. Laura llama a Ivan para que suba. Parece que va a nacer ya. Ivan llega. Me da la mano. Esta vez, su cara es diferente. Me sonríe y me da un abrazo.

Otra contracción. Esta es diferente. Siento unas ganas enormes de empujar. Voy al baño, necesito oscuridad. No aguanto más. Siento fuego dentro. Cierro los ojos y noto como Lea va descendiendo dentro de mi. Es una sensación tan intensa que, por un momento, siento una especie de vértigo y creo que me voy a marear. Pero no.

También siento que no aguanto, que no puedo pero, no hay margen para darle más vueltas. Le agarro la mano a Ivan y en dos pujos Lea está en mis brazos. Clara la ha cogido y me la ha colocado. Yo todavía no puedo reaccionar. Laura me dice que vaya a la cama con ella.

– A ver pero, ¿¿¿puedo andar???

Si. Puedo andar. Me pongo en la cama con ella. Laura y Clara me ayudan a recostarme.

– Aquí estas. Lo hemos conseguido.

El resto de recuerdos a pesar de haber pasado ya un año, los sigo teniendo borrosos. Me costó mucho digerir todo este cóctel emocional.

Gracias de corazón neskak por habernos ayudado a sanar heridas, por recordarme, como bien decía Clara, lo poderosas que somos. Ojalá nadie nos hiciese jamás dudar de ello.

Gracias Laura por esa sonrisa eterna. Gracias, Clara por acompañarme de esa manera que solo tú sabes hacerlo.

Y gracias, a ti, Lea. Por que contigo, todo es intensamente más bonito.