«Era mi segundo parto, un hijo muy buscado al igual que nuestra primera hija Irati, pero que no corrió la misma suerte que su hermano.»

El 19 de octubre de 2022 nació Haritz en un parto que para mi fue un parto sanador.

Era mi segundo parto, un hijo muy buscado al igual que nuestra primera hija Irati, pero que no corrió la misma suerte que su hermano.

En ese primer parto salimos las dos muy heridas, sufrimos mucho, y no quería el mismo destino ni para mí, ni para mi hijo esta vez.

Siempre tuve claro que el parto, un acto tan familiar e íntimo, no podía darse de buenas formas en un hospital y con un personal que no conoces, pero por culpa del miedo al parto, a su peligrosidad, inoculado a conciencia en la sociedad, en el parto de Irati no nos planteamos otra opción.

Después de tantas pérdidas y habiendo llegado al final de un embarazo, no se podían correr riesgos…

Por desgracia, como muchas otras madres y bebés, sufrimos violencia obstétrica, por lo que cuando me quedé embarazada de Haritz y vimos que el embarazo seguía adelante, teníamos que hacer lo que estuviera en nuestras manos para que su nacimiento fuera distinto.

Precisamente, por el trauma que tenía con mi primer parto, durante la búsqueda del embarazo, empecé a leer a Ibone Olza y a Casilda Rodrigañez, las cuales me hicieron entender lo importante que era el parto y que era normal el sufrimiento que yo tenía.

Así que, prácticamente con la decisión tomada acudí a la charla gratuita de parto en casa que dieron Clara y Josune en Magale etxea y volví a casa con ilusión de ver el brillo en sus ojos cuando hablaban de los partos en casa.

Cada visita a la que acudimos en el embarazo a magale etxea, volvía con un chute de tranquilidad y seguridad a casa, incluso, sobre todo al final del embarazo tenía unas ganas tremendas de vivir la experiencia.

Por momentos, tenía miedo a no ser capaz, temía que tuviéramos que acudir al hospital, y a que aunque fuera un parto distinto (por mi evolución e información) y fuera un parto totalmente respetado, no fuera el parto que me había imaginado, que había soñado tantas y tantas veces durante todo el embarazo, mientras veía videos de otros partos en casa.

Pues bueno, fue mejor de lo soñado.

Tras varias semanas con contracciones que iban y venían, el 18 de octubre de 2022, ya con sospechas de que el parto era inminente, me pasé el día limpiando la casa. Necesitaba tener el «nidito» preparado, y a las 23:30 de la noche, limpiando la última mampara de ducha, rompí aguas.

Vi que eran claras por lo que me puse contenta y grité a Jorge para que me trajera la fregona. Irati se levantó corriendo y empezó a reírse, y me decía: «Ama egin duzu pixa!!»

Salía y salía agua, y la verdad es que estaba feliz, sabía que pronto tendríamos a Haritz con nosotros.

Escribí al grupo de whatshapp de las matronas, y les comenté que había roto aguas y que me iría a la cama a descansar, ya que esa era mi intención, estaba agotada después del tute que me pegué ese día.

Me comentaron que les llamásemos cuando hubiera 3 o 4 contracciones intensas cada 10 minutos, de 1 minuto de duración, más o menos.

A la hora y media de romper aguas comencé con contracciones rítmicas e intensas, pero pensé que quedaría parto por delante. Quería estar sola, Irati y Jorge estaban descansando, era lo que necesitaba para centrarme en esas contracciones que me acercaban a tener a Haritz en mis brazos.

Desde la 1 de la madrugada hasta las 6 y media de la mañana estuve con la pelota en el baño, iba apuntando las contracciones que tenía y la verdad es que no había mucha variación, eran intensas desde el principio, duraban 1 minuto aproximadamente y el intervalo era de unos 3 minutos.

Estaba cansada, necesitaba tumbarme y cerrar los ojos aunque sea unos minutos. Por lo que decidí dejar de contar contracciones y meterme en la bañera, así al menos podría apoyar la cabeza y descansar un poco.

Jorge se despertó con el ruido del llenado de la bañera y vino a preguntarme como estaba. Le pedí que llamase ya a Josune porque necesitaba saber porqué no veía cambios.

Llamó a Josune a las 7 de la mañana y para y media ya estaba en casa. Me pareció que entre la llamada y su llegada no había pasado ni un minuto, me sentía tranquila y segura.

Según estaba entrando Josune por la puerta, mi cuerpo empezó a empujar y a su vez empecé a emitir un grito que ni yo misma reconocía como mío. Estaba como fuera de mí, como en trance, me sentía un poco desconcertada, porque aunque en un principio mi primera reacción fue la de intentar controlar, no podía.

Me preguntó si sentía ganas de empujar. Le respondí que sí, que no podía controlarlo, nos miró como estábamos y todo estaba correcto. Los dos estábamos haciendo un buen trabajo en equipo!

Irati se despertó con el jaleo y se puso manos a la obra para ayudar. Entre contracción y contracción me traía el vaso de agua con pajita, y a mi me calmaba su presencia.

Tenerla conmigo me hacía feliz, la necesitaba conmigo, me mimaba y pese a ser de normal una guindilla que no para quieta, en esos momentos estaba serena. Iba y venía en silencio, me besaba, me acariciaba, quería ayudar y ser participe. Me sentí orgullosa de ella, pero también tenía sentimientos encontrados, me preocupaban sus miedos, sus sentimientos ante la llegada de Haritz a la familia.

Las contracciones eran intensas y mi cuerpo empujaba sin que yo pudiera controlar ni reprimir, no podía mas que articular monosílabos y gritar.

Recuerdo a Josune yendo a mirar los papeles y a rellenar la documentación y vino a preguntarme por el plan de parto. Sólo había realizado uno con todo lujo de detalles y con todos los posibles para el hospital, siendo la opción de emergencia. Con ellas no necesitaba planes de parto ya que cumplían per se el tipo de parto que deseaba.

Estaba agotada y mi cuerpo tenía un descontrol que era todo un descubrimiento para mí, necesitaba tener a Josune conmigo, necesitaba que me dijera que todo iba bien, que era normal.

Me dio su mano y me sentí totalmente arropada.

A las 9 de la mañana suena el timbre, miré a Josune sin poder articular palabra, pero entendió lo que pasaba por mi cabeza. Me dijo que sería Maria, que la había avisado para que viniera. Eso me tranquilizó, ya que lo primero que me vino a la cabeza es que con mis gritos, algún vecino hubiera subido a ver que pasaba.

Haritz empujaba con fuerza y mi cuerpo también, pensé que mi cuerpo se partía en ese momento, no me veía capaz de asimilar lo que me estaba pasando. En un momento se me pasó por la cabeza decirles que me partía pero pensé que no era la palabra ya que era obvio, se supone que por eso le llaman parto!

Así que les pedí que me lo sacaran ya, solo podía decir que me dolía mucho y que no podía. Josune me decía que ya estaba, que lo estaba haciendo yo y Maria que se ofreció a grabar el momento me dijo que se le veía la frente.

Salió la cabecita y me sentí mas aliviada. Josune me dijo que ya tenía toda la cabecita fuera y que estaba muy bien y que en la próxima contracción saldría el cuerpo. Invitó a Jorge y a Irati a que vieran la cabecita de Haritz y en la siguiente contracción nació Haritz a las 9:08 de la mañana del 19 de octubre.

Su cuerpo se escurrió en el agua de la bañera y lo cogí en mis brazos, no podía ser más feliz.

Me pareció un momento mágico, no me lo podía creer, pensé que después de todo, había sido fácil. Es increíble como actúan las endorfinas! Estaba en mi casa, con mi familia, no se podía pedir más.

Al rato, Maria me preguntó si quería ir a la cama para estar mas cómodos y que saliera la placenta. Estaba tan contenta que me había olvidado que quedaba un último paso, confirmé que quería salir y cuando me ayudaron a levantarme la placenta cayó por si sola a la bañera.

Me acompañaron a la cama y me trajeron una infusión de canela que me supo a gloria. Haritz hizo la primera toma y no podía dejar de mirarlo.

Tras ello, me ofrecí a cortar el cordón umbilical que me unía a Haritz, siempre quise hacerlo yo, era una forma de asumir de alguna manera, que su cuerpo y el mío ya no eran uno.

Estábamos felices los cuatro, tras mirar que todo estaba correcto nos despidieron sobre las 11 y media de la mañana y Josune me comentó que volvería al día siguiente.

Este postparto lo he afrontado feliz, he podido disfrutar de la lactancia y del niño. Mi experiencia previa fue traumática, y este parto me ha ayudado a sentirme poderosa y capaz.

Mila mila esker Magale! Sois unas matronas y personas excepcionales y las mujeres tenemos mucha suerte en teneros!

En especial quiero agradecer a Josune que me acompañó en el parto y lactancia y me transmitió seguridad, confianza y tranquilidad. Su voz suave y cariñosa me ayudó en los momentos en los que dudaba de mi capacidad. Siempre positiva y con una sonrisa en la boca, pero con los pies en el suelo.

Puede que el parto de Haritz haya sido el día más bonito de mi vida, una experiencia intensa y salvaje, que ha hecho que me enamore del parto y su poder.